“Cada cual se ha de poner, en la obra del mundo, a lo que tiene de más cerca, no porque lo suyo sea, por ser suyo, superior a lo ajeno y más fino o virtuoso, sino porque el influjo del hombre se ejerce mejor y más naturalmente en aquello que conoce, y de donde le viene inmediata pena o gusto; y ese repartimiento de la labor humana, y no más, es el verdadero e inexpugnable concepto de la patria.”
Con estas palabras se inicia la nota aparecida en “Patria” el 26 de enero de 1895, bajo el título de “La Revista literaria dominicense”, donde por vez primera se expone, explica y esclarece lo que se convertiría en un concepto fundamental dentro del pensamiento martiano, cuya vigencia alcanza hasta hoy y se extiende indetenible como mensaje al mundo.
Más adelante, añade: “Patria es humanidad, es aquella porción de la humanidad que vemos más de cerca y en que nos tocó nacer; y ni se ha de permitir que con el engaño del santo nombre se defienda a monarquías inútiles, religiones ventrudas o
políticas descaradas y hambronas, ni porque a estos pecados se dé a menudo el nombre de patria, ha de negarse el hombre a cumplir su deber de humanidad, en la porción de ella que tiene más cerca. Esto es luz y del Sol no se sale. Patria es eso”.Es históricamente importante conocer, sin embargo, a quién va dirigida la nota de “Patria” y cuál es el motivo utilizado como oportunidad o pretexto para dar a conocer tan profundas consideraciones.
La citada publicación así lo explica: “En Santiago de Cuba vive ahora, en inseguro refugio, el dominicano Manuel de Jesús Peña[1], a quien llama un diario santiaguero, con razón “maestro celosísimo, abnegado periodista, fundador afortunado, diputado integérrimo y ministro sin tacha”, lo cual quiere decir que es el hombre de veras, porque ha amado y sacó la honra salva de la tentación del mundo. Pudiera el anciano Peña, allá en la “medianezga comedida” en que vive, descansar en infructuoso silencio de su vida de idea y batalla; pero él sabe que es ladrón y no menos, quien siente en sí fuerzas con que servir al hombre y no le sirve. Estos cómodos son ladrones; son desertores, son míseros, que en el corazón del combate huyen y dejan por tierra las armas”.
El saludo martiano al nuevo empeño es recogido al concluir el texto que, sin aun saberlo ni Martí ni Peña, pasará a ocupar un sitio prominente en la historia de Cuba y América: “El anciano Peña quiere que le conozca mejor el país en que nació y en que los cubanos se ven como en casa propia, porque ambas sangres han corrido juntas contra el mismo tirano; y a ese fin publicará en Santiago la Revista Literaria Dominicense, que ya todos encomian y saludan. A esa literatura se ha de ir; a la que ensancha y revela, a la que saca de la corteza ensangrentada el almendro sano y jugoso; a la que robustece y levanta el corazón de América. Lo demás es podre hervida y dedadas de veneno”.
[1 ]Don Manuel de J. Peña y Reynoso fue Ministro de Céspedes en la primera República cubana y también Ministro en su Patria, en el gobierno de Espaillat. Después de servir como patriota en Santo Domingo y Cuba se dedicó, en ambos países, al magisterio.
Bibliografía:
Rodríguez Demorizi, Emilio. Martí en Santo Domingo. 1978. Págs. 205-206
Autor: Gustavo Robreño Dolz | internet@granma.cu
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