sábado, 16 de diciembre de 2017

El tributo a la música cubana de Daymé Arocena

Por Rafael González Escalona.- Entre el 9 y 10 de septiembre el barrio del Vedado vivió la peor inundación de su historia reciente. A pesar de que vivo a una cuadra del Malecón, corrí con fortuna y pude ponerlo todo a salvo. O casi. Mi minúscula colección de discos de vinilo quedó sumergida bajo el agua por 3 días. Entre esos discos estaba Cubafonía, la más reciente producción discográfica de Daymé Arocena, y uno de los pocos vinilos nuevos que tengo. Aunque la hermosa carátula –unos ojos magnéticos asomándose por el borde inferior, rematados por una cabeza con un tocado de mariposas, todo bordeado con un marco de caracoles secretos de la santería y al centro un inmenso “CUBAFONÍA” en letras doradas– quedó estropeada sin remedio, su voz en el disco de pasta está intacta, perfecta. Una voz que resiste el embate de las fuerzas de la naturaleza, esa bien puede ser una de las presentaciones de Daymé Arocena, el portento de 25 años que está marcando el paso de la música cubana, por desgracia más allá de Cuba.

Pero este detalle se enmendará un poco hoy sábado 16 de diciembre, cuando ofrecerá a las 8:30 de la noche en el Teatro Mella un concierto para presentarle Cubafonía a sus compatriotas.

“No estoy nerviosa. Aún no”, me dice sentada en la sala de su casa. Es un martes de comienzo del mes y conversamos en una habitación sobriamente adornada, con un caballete
y una guitarra, una mesa de dibujo llena de papeles y lápices, un puñado de libros, algunos discos, el altar de sus santos y poco más. Todo funcional, optimizado para ser útil, como ella misma explica, “ese sofá en que estás sentado es también una cama; aquellos banquitos, son huecos y puedo guardar cosas en ellos”. Si obviamos sus propios discos en formato de vinilo, que reposan en un rincón, nada, absolutamente nada te hace que estás en la casa de una diva. Que es, curiosamente, un cartel que intentan colgarle.

Dice que no hay una Daymé Arocena personaje y una Daymé persona. Que entre ella y esa que aparece en los conciertos con turbante, siempre vestida de blanco y descalza sobre el escenario, la única diferencia es que vestirse de blanco todo el día es no tener vida, porque el blanco se ensucia de nada y no te permite sentarte dondequiera; que por cuestiones religiosas no puede caminar descalza dentro ni fuera de casa, que le encanta hacerse peinados y el turbante no es más que su marca, una fortuita consecuencia de la época en que su discográfica la conoció, que tenía recién hecho el iyawó y se encantaron con la imagen que proyectaba.

“Pero fuera de eso soy la misma; si no fuera así la gente no sintiera mi música de la manera que la siente”, dice. “Creo que lo más interesante de mi música es que es honesta; no hay un personaje montado. Yo soy el personaje en sí, siempre el mismo; soy malcriada cuando quiero, soy siempre artista desde que me despierto hasta que me acuesto. Soy súper cubana, me encanta relacionarme con la gente, me encanta hablar, no me da pena ser tartamuda, porque los cubanos somos espontáneos, y como dijo Edmundo Desnoes en el guion de Memorias del subdesarrollo, el cubano mira siempre de frente. Yo soy así.

“Los artistas estamos en este mundo para brindar a los demás ese don que nos dieron del más allá, dígase pintar, esculpir, hacer fotografía, bailar, actuar… porque el ser humano dentro de su día a día necesita entretenimiento. Pero eso no nos hace más importantes, creo que simplemente tenemos un don que lo hacemos de una forma especial, diferente, pero todo el que habla canta, y todo el que ríe y llora puede actuar, todo el que tiene piernas y brazos puede bailar, ahora que tú tengas el don para hacerlo maravillosamente bien, es otra cosa. Creo que cada artista debería concientizar eso, porque el entretenimiento en el mundo es uno de los eslabones más lucrativos, y si es lucrativo es porque se consume, y si se consume tanto pues deberíamos ser responsables y saber qué le estamos dando de consumir a la gente. Hay arte chatarra y es muy feo que lucre tanto, porque eso es la consecuencia de que se consume tanto”.

Es un caso atípico el suyo. A pesar de tener que pasar buena parte del año en Londres y en todas las ciudades del mundo a donde la arrastran sus giras y conciertos, sigue viviendo en la misma Habana que la vio nacer. Su carrera profesional, bastante meteórica, es un alud que la ha llevado en apenas 4 años desde el grupo Alami –la raíz de todo lo que es, dice, un proyecto de jazz compuesto solo por mujeres, que valora no fue justamente apreciado en su momento- hasta el proyecto Maqueque de la saxofonista Jane Bunnet, hasta el proyecto Havana Cultura Mix – The Soundclash!, patrocinado por Havana Cultura, hasta el lanzamiento de su carrera como solista, de la mano de Giles Peterson y su sello Brownswood Recordings. La experiencia con Brownswood, una discográfica independiente inglesa de proyección internacional, y un contrato con la agencia norteamericana de management International Music Network (INM) la ha lanzado al torbellino de tres discos y un intenso programa de giras que han convertido en apenas tres años su nombre en una referencia en los grandes escenarios y medios del jazz más contemporáneo.

Nueva Era y One Takes, sus primeros trabajos, son hijos de las circunstancias, en parte azar y en parte oportunidad, pero Cubafonía llega tras casi año y medio de concepción y producción.

“Cubafonía es el hijo planificado, pensado, por el que tú, antes de estar embarazada, ya transformaste la casa, pintaste los cuartos y compraste la cuna; es decir que estabas lista para ese momento”, cuenta. “Fue un disco que me pensé mucho, por eso soy con él súper celosa, porque cada detalle del disco pasó por mí; cada cosa que existe en él, hasta el color azul de la portada pasó por mi cabeza. Deseaba que lo que la gente viera en el disco fuera el nombre, Cubafonía, que todo lo demás no fuera importante, ni mi nombre, ni mi persona; lo importante es que era un tributo a la música cubana. “Cubafonía” en sí es un invento también mío, luego de pensar ‘bueno, todo lo que tiene que ver con “fonación”, “fonar”, “fono”, es sonido, pero todo lo que tiene que ver con “fonía” es musical: “sinfonía”, “homofonía”; por tanto “fonía” y “Cuba”, tienen que funcionar juntos”. “Fonía Cuba”, “Sinfonía Cubana” … pasé por muchos caminos hasta que finalmente fue “Cubafonía” el que se quedó. Aunque no sea un término que existe, ni una palabra aprobada por la Real Academia de la Lengua, me la inventé yo, a todos les gustó y así quedó”.

En agosto del 2015 Daymé tenía 9 temas que sabía formarían la base de su próximo disco, algunos bastante antiguos, compuestos cuando estaba con Alami. Estas obras fueron a las manos de Gastón Joya, por esos tiempos bajista y especie de director musical de su banda, quien le hizo los arreglos. De ahí en adelante, vinieron meses de grabación en estudios de La Habana, Los Ángeles y Londres, la incorporación de otras dos canciones que nacieron en todo ese proceso, la producción de Dexter Story (un experimentado productor angelino, fiel conocedor de la música africana), el regalo de unos arreglos del destacado violinista y director de orquesta Miguel Atwood-Ferguson, la posterior selección de cada uno de los temas a partir de una mezcla del álbum hecha en Los Ángeles y otra hecha en Londres, la masterización en esta última ciudad, y, finalmente, el lanzamiento en marzo de 2017 (aunque desde comienzos del año ya habían comenzado a girar promocionando el disco).

Con Cubafonía, Daymé tuvo la oportunidad de dedicarle el tiempo que no se le suele dedicar a un proyecto cuando existe la necesidad de cumplir con un contrato con una disquera. Por eso, explica, le duele tanto cuando ve una crítica superficial, en la que no se profundiza y se repiten los mismos tópicos de siempre.

“Los críticos (extranjeros) casi nunca pueden criticar musicalmente nada”, dice, “tienen que quedarse desgraciadamente en las cosas que conocen, que no es mucho; tienen que caer en el punto de ‘pero cantó unos temas en inglés’, se van por la tangente.

“Yo no quiero escribir como una yuma, ni como una inglesa, yo quiero escribir como una cubana; desde el inglés, desde el francés, desde el cantonés, pero como una cubana. Mi cantante preferida y adorada de todos los tiempos se llama La Lupe, y cantaba en inglés como solo una cubana santiaguera puede hacerlo. La otra reina de mi vida –mi santa, a la que rezo y le pido la bendición todos los días– es Nina Simone, que cantaba en francés como solo una negra americana puede hacerlo. Me gustan los cantantes globales, que defienden música de cualquier país, en cualquier idioma, pero con un sello de identidad”.

Aparte de algunas pequeñas presentaciones en espacios como Fábrica de Arte Cubano, y alguna que otra transmisión aislada de su música en la radio y la televisión, Daymé apenas ha tenido contacto con el público cubano. Su única presentación más formal fue en el teatro Trianón, hace casi dos años, y ya va siendo hora que deje de ser el placer de unos pocos y pase a ser patrimonio de muchos más. Quienes vayan al Mella este 16 de diciembre podrán adquirir el disco, que por primera vez tendrá presencia física en Cuba.

“Es una lástima que no va a estar el vinilo, pero sí va a estar en formato de CD, y la gente tendrá la oportunidad única en Cuba de llevárselo a casa, porque no se comercializa en Cuba. Además, nos daremos el gusto de hacer la primera presentación integral de Cubafonía, con la participación de todos los músicos fenomenales del disco, de la gente que quiero y me apoyó. A pesar de que lo estamos girando desde antes de haber salido, desde enero de este año en Chile, con Ana Tijoux, no habíamos tenido la banda completa, con todos los músicos tal y como aparece en la grabación. Esta es la primera vez que se va a tocar como es, de arriba abajo”.

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