sábado, 13 de febrero de 2016

Gerardo Abreu a 58 años de su desaparición física

Cuenta una compañera que a Gerardo Abreu –Fontán- le gustaban los plátanos maduros fritos. Y ella siempre guardaba alguno para cuando él pasara por su casa. Quizás en muchas ocasiones fue su único alimento.

Otro compañero escribió que llegó a Radio Mambí a llevarle un mensaje, justo al inicio de un programa donde trabajaba, y lo escuchó declamar una poesía con la gracia y el dominio de un buen profesional. No salía de su asombro ante aquel revolucionario, todo un artista, que vistiendo camisa de rumbero contaba historias simpáticas, y en otros escenarios era el jefe respetado que arengaba a los jóvenes a luchar por la revolución, lanzaba un coctel Molotov o ponía una bomba, siempre en un lugar donde no causara víctimas en la
población.

Con su temple de verdadero líder y conspirador experimentado, dirigió las Brigadas Juveniles del Movimiento Revolucionario 26 de Julio. Se convirtió en una espina demasiado molesta para los intereses de la dictadura de Fulgencio Batista. A esta no dio tregua y con afán lo buscaban. De una vez que estuvo detenido, un esbirro lo reconoció en una guagua, el 6 de febrero de 1958; bajó y echó a correr. No pudo escapar. El ensañamiento con su cuerpo da cuenta del odio con que acabaron su existencia en pocas horas. De su boca no salió una palabra.

Descubrieron el cadáver el día 7 tirado en un solar próximo al edificio en construcción del Palacio de Justicia, actual sede del Comité Central y del Consejo de Estado. Los familiares lograron velarlo por la noche. A las cinco de la mañana, la policía se lo llevó para hacerle la autopsia. Esta se convirtió en secuestro. Lo enterró antes de la hora prevista. Hasta después de muerto temían a su influencia.
De esto se enteró la familia por radio. Acudió enseguida al cementerio y conoció el lugar del enterramiento. Una hermana apartó la tierra con las manos y cubrió el féretro con el uniforme verde olivo. Por Cuba entregó la vida.

El domingo 7 de febrero, ante la tumba que guarda sus restos, junto a los de la madre, familiares y compañeros de lucha se dan cita como cada año para rendirle homenaje en el aniversario 58 de su desaparición física.

En ese lugar nunca falta un ramo de gladiolos, expresión de que cuando se ha cumplido bien la obra de la vida, el olvido no llega.


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Santa Clara tiene muchos héroes. Uno de ellos es Gerardo Abreu, quien sobresalió como jefe brillante y organizador capaz de conmocionar a toda La Habana, como sucedió en la famosa noche de las Cien Bombas.
De aquel negro flaco y de mediana estatura poco se conoce, incluso, en esta, su ciudad natal. Ricardo Alarcón de Quesada, presidente del Parlamento cubano, quien fuera subordinado suyo en la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista, lo calificó como un mito y le llamó Comandante Fontán.
Mientras que el coronel retirado Nelson Domínguez Morera, Noel, al recordar la respuesta revolucionaria a su muerte en un artículo que tituló El día que asesinaron a Fontán, afirma: «quería disfrutar el destrozo que habíamos logrado hacer para reivindicar y honrar a aquel negro valiente, obrero y sencillo que todos respetábamos enormemente no solo por su arrojo, sino más que todo por su inteligencia.»
Pero, ¿era Fontán apellido o sobrenombre? Y si fuera nombre de guerra, ¿cuál sería entonces el segundo apellido del revolucionario santaclareño asesinado el 6 de febrero de 1958?
He aquí una incógnita para muchos o un asunto que tiende a confundir a otros, pues de tanto repetirse Fontán detrás de su primer apellido, ha llegado a pensarse que este fuera el segundo, o sea, el de su madre.
Sin embargo, la verdad histórica arroja que el muchacho pobre –nacido en Santa Clara el 24 de septiembre de 1931– no tuvo padre reconocido y, como sucedía frecuentemente en esa época, fue inscrito con el apellido de su madre que, por cierto, tampoco tenía otro.
El tema sale a colación a partir de un trabajo publicado en estas mismas páginas por la colega Osmaira González Consuegra referente a los nombres de los mártires que llevan nuestras escuelas, y como en Santa Clara una secundaria básica ostenta el de Gerardo Abreu, resurgió la consabida duda acerca de su segundo apellido.
Gerardo Abreu, el hijo humilde de Santa Clara, el joven que solo pudo estudiar hasta el cuarto grado, pero que sobresalió por sus dotes intelectuales y artísticas hasta dirigir las Brigadas Juveniles de La Habana y formar parte de la Dirección Nacional del M-26-7; el hombre que oportó estoicamente las torturas infligidas, al extremo de recibir el impacto de 15 heridas de bala y 57 punzonazos y no decir una sola palabra, no tuvo más que un solo apellido, el de su madre Hortensia.
Grerado Abreu, Fontán, en su taller de aprendiz. (Foto: Archivo)
Y como la historia necesita de documentos probatorios, la pericia del amigo Antonio Florit, asiduo colaborador nuestro, hizo que pudiéramos contar con la inscripción de nacimiento del héroe. También contamos con la eficaz ayuda de Mayra Aguilar Pérez, registradora del Estado Civil, quien dedicó horas a la búsqueda.
Otro dato menor, pero que también merece ser aclarado, corresponde al barrio donde naciera Gerardo Abreu, muchas veces atribuido al Condado. No, Fontán vino al mundo en la casa No. 118, de la calle Alemán, entre Candelaria y San Cristóbal, y en honor a la verdad histórica, pertenece, por tanto, al reparto Parroquia.
Fotocopia de la inscripción de nacimiento de Gerardo Abreu.

Eso sí, nadie duda de que el santaclareño está incluido entre los más grandes luchadores clandestinos de la última etapa de la Revolución cubana, y como bien expresara  Ricardo Alarcón en su discurso  por el medio siglo de su asesinato: «Llegó a ser para nosotros un mito. […] era el más capaz, el más sensible, el más profundo de nuestros compañeros. Si no hubieran acabado tan brutalmente su existencia cuando apenas tenía 26 años, Gerardo no solo sería hoy uno de los principales dirigentes de Cuba, sino que habría sido también uno de los más destacados intelectuales cuya labor creadora habría animado estos largos años de heroica resistencia.»

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