lunes, 23 de noviembre de 2015

El jolgorio de Cristina Hoyos en el Ballet Español

Cristina Hoyos junto al célebre coreógrafo Alberto Méndez,
Premio Nacional de Danza, Eduardo Veitía, director del BEC,
Perla Rodríguez, maitre, y primeros bailarines,
 solistas y cuerpo de baile y grupo musical de la agrupación.
Toda esa experiencia que lleva adentro de baile, emoción y vida salió a flote en unos instantes para el recuerdo, donde se fusionaron palabras y energías en pleno movimiento. Cristina Hoyos, la célebre bailadora, coreógrafa y actriz española, quien acaba de recibir el Premio Inter­nacional Josefina Méndez, se escapó en su visita habanera a la sede del Ballet Español de Cuba (BEC), en la barriada de Santos Suárez, para conocer el quehacer de la compañía que di­rige Eduardo Veitía, regalar experiencias y entablar un diálogo —flamenco mediante— con sus jó­venes in­te­grantes, maîtres, profesores y algunas personalidades de la danza cubana.

En poco más de dos horas, pudo observar el quehacer artístico de sus inquietos
integrantes quie­nes armaron en el inmenso tablao de la im­provisada escena, un alegre jolgorio que fue des­de las clases hasta un rápido abanico de las tendencias abarcadas por la agrupación donde se conjugan los bailes regionales, la escuela bolera y tradicionales, todo matizado con la danza clásica, y, por supuesto, el flamenco, que han marcado el sendero des­de 1988.

Todo ello, sobre la base del legado cultural que brindan siglos de cultura en la danza teatral, la espontaneidad y la riqueza de los bailes po­pulares que transpiran en las novedosas coreografías del grupo.

Cristina Hoyos, entusiasmada y con la sangre “hirviendo” tomó la palabra para dejar constancia de esta fructífera visita. “La emoción que sientes cuando bailas es lo que hay que transmitir”, dijo. “Entregar el corazón en cada paso, hay que trabajar mucho para alcanzar la técnica y lograr la serenidad que no es más que la ansiada seguridad para hacer las cosas bien. Han conseguido bastante, se ve que trabajan fuerte y duro bajo la di­rección de ese luchador que es Eduardo Veitía, y los maîtres de la agrupación, pero hay que se­guir trabajando.

“Me encanta venir a Cuba, adonde quiero re­gresar a hacer cosas, a transmitir el flamenco, ¡ese que abre tantas puertas!”, expresó.

En sus palabras apareció un nombre imprescindible de la escena: Antonio Gades. “Bailar con él fue algo extraordinario, un honor. Al principio tenía miedo pero estaba encantada de haber sido la elegida como su pareja artística. Estuve a su lado 20 años, aprendí mucho, fue, sin dudas, el mejor bailarín del siglo XX, no solo del flamenco, sino del baile español, pues le regaló una modernidad con su forma maravillosa de hacer en la escena”.

Después de aquella primera etapa exitosa, la artista quiso dar un vuelco, y regresar a la raíz del flamenco, contó. Volvió entonces a Sevilla, a An­dalucía, al comienzo… y junto a su esposo, el bailarín Juan Antonio Jiménez formó su propia compañía desde la que motivó a los públicos más di­versos del orbe.

Entre el 2004 y el 2011 dirigió el Ballet Fla­menco de Andalucía al que delineó una interesante proyección ex­terior con coreografías de incalculable valor estético y artístico como Ro­mancero gitano, Poema del cante jondo, y Viaje al Sur que trajo a La Habana (2007).

Desde hace cinco años está jubilada “lo que no quiere decir retirada”, dijo entre risas, “hago mon­tajes y coreografía de óperas, zarzuelas, im­parto clases de flamenco en An­dalucía, sigo muy activa”, y también en uno de sus proyectos más acariciados: el Museo del Baile Fla­me­nco, cuyo fundamental objetivo es la difusión del arte que representa el activo cultural de su región natal, y que fue reconocido por la Unesco como Pa­trimonio Cultural Inma­terial de la Hu­manidad.

Y en este punto quiso hacer hincapié en algo que la obsesiona de siempre y que está muy vincu­lado a esta obra: “no perder las formas de bailar de Sevilla”. Por eso lucha con todas sus fuerzas. “Creo que soy muy sevillana bailando. También el no perder la feminidad y ni la forma de mover los brazos”, especificó. “Es lo que más se me ha reconocido a mí. Ahora bien, los tiempos cambian, evolucionan y hay nuevas formas, pero no hay que olvidar las que identifican a una ciudad y a una manera de bailar. Pero hay que hacerlo po­niendo todo, las tripas y el corazón.

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