miércoles, 5 de marzo de 2014

Cuba ha perdido a un buen amigo

En octubre del pasado año el guitarrista español estuvo en la Isla, adonde planeaba venir a vivir un tiempo

El guitarrista gaditano Paco de Lucía ha sido admirado por su virtuosismo interpretativo, la exaltación de su raigal flamenco y sus aportes a hibridaciones con el jazz que sólo ungenio musicalpuede lograr.

Yo, que lo escuché hace muchas décadas atrás, ratifiqué mi entusiasmo cuando se presentó en Cuba hace más de un cuarto de siglo, al frente de un equipo de gigantes como Carles

Benavent y Jorge Pardo.

Luego, tan cerca en el tiempo que parece que acabara de tocar en el Festival Leo Brouwer de Música de Cámara, mi estima llegó a niveles superiores cuando supe que pensaba “mudarse 'una temporadita' a Cuba”, como reportó la agencia EFE.

Por eso, la noticia de su fulminante muerte en México me ocasiona un dolor singular y múltiple porque se ha perdido a un hombre en plenitud de facultades creativas, a sus 66 años; a un icono de las fusiones del flamenco y el jazz que tanto admiramos muchos; y a un excelente amigo de Cuba, cuya determinación de compartir con nosotros en un futuro cercano era, a su vez, un regalo de las musas.

El volvió por segunda vez a mi tierra 26 años después de aquella presentación en el Carlos Marx, en un concierto que atesoro entre mis recuerdos mas preciados en el campo musical.

Ahora estuvo casi dos horas sobre el mismo escenario de entonces, luego de que Leo Broker le presentara como "El genio que transformó el flamenco sin perder tradición y magia",
Paco le contó a medios españoles en esta última visita que había estado aquí de forma privada en numerosas ocasiones e incluso confesaba sus planes de vivir una temporada en La Habana cuando finalizara una gira que le llevaría a varios países latinoamericanos.

Del despacho de EFE cito: "A lo mejor me vengo aquí a Cuba, a pasar una temporadita. Porque es un país muy interesante, es un país único. Ya no hay en el mundo un país como éste".

De su admiración daba fe cuando dijo que no podía creer que en Cuba hay 17.000 estudiantes de música. Por eso entendía que salieran de “esta tierra músicos extraordinarios".

Alaín Pérez, el virtuoso joven bajista que le ha acompañado desde hace un tiempo, es un ejemplo de esa apreciación.

En el ámbito del jazz tiene producciones paradigmáticas como las grabaciones con otros gigantes de la guitarra como John McLaughlin y Al Di Meola recogidos en dos álbumes.

Son muy recomendables "Friday night in San Francisco", de 1981, y "Passion, grace & fire", del 83. Ese año grabó "Castro Marin", con la colaboración de otro jazzista supremo con la guitarra como Larry Corryel.

De una descripción de su arte reproduzco: “Paco tomó un recurso de la pulsación del jazz, rodeando la nota que se quiere destacar por otras satélites tocadas muy rápido, añadiendo efecto rítmico; así refleja los pellizcos del cantaor y deja colorido moruno con notas secundarias. Otro recurso jazzístico utilizado por Paco es marcar suavemente la armonía con la púa mientras improvisa otro instrumento”.

De él se ha destacado “la tozudez de un visionario que nunca creyó en fronteras ni aceptó las inmensas comodidades que le ofrecía la cárcel de oro y diamantes en la que vivía encerrado el flamenco… consiguió un puñado de saludables cambios no sólo para el flamenco; la onda expansiva afectó (positivamente) al jazz, al blues, a la música que seguimos llamando clásica, a la canción y a un largo etcétera”

Coincido con quien afirmó que Paco “consiguió revolucionarlo todo sin pretenderlo, que es la mejor forma de conseguir las cosas: él sólo buscaba su libertad y al encontrarla cambió el mundo”.

Al menos a quien escribe y a muchos de los que conocen su música, nos amplió los horizontes, le dio superior sazón a la música de la Madre Patria y nos convenció de su capacidad de emocionar y, sobre todo, su verdad.

Su música nos seguirá acompañando.

Por JOSÉ DOS SANTOS

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