jueves, 31 de diciembre de 2015

Lechón asado, música y cubos de agua… mosaico de tradiciones

Por Yaditza del Sol González.- Reunirse con los seres queridos, salir por el barrio y compartir brindis, abrazos y apretones de manos... algunas de las tradiciones cubanas en el fin de año

Algunas han sido importadas, otras muy propias, costumbres todas que hemos hecho nuestras y adaptado a las circunstancias de cada época. Desde los arbolitos de navidad y guirnaldas, a pesar de que en Cuba ni nieva y apenas sopla un poco de aire frío, hasta los disfraces al estilo Papá Noel que comienzan a proliferar en algunos establecimientos particulares, el cubano sigue apostando por otros rituales que no pasan de moda y afianzan la
identidad.

¿Quién alguna vez no ha sido víctima o ejecutor del “cubazo” de agua cuando se acercan las doce de la noche del 31, ya sea por la creencia de eliminar las energías negativas o gastar una broma a cuantos pasen por las avenidas?

Siempre está el que muy a la usanza europea se come doce uvas y pide un deseo, pero lo más común es ver al vecino que sale con su maletín en mano y le da una vuelta a la cuadra para que se le abran los caminos y “caiga un viajecito al extranjero”, o los que queman un muñeco confeccionado con ropas viejas, en alegórica transición del periodo que termina y la llegada del próximo.

Dicen también que hay que usar ropa interior roja si andas en busca de amor, y que para mejorar económicamente es favorable esperar el nuevo año con dinero en los zapatos. Resulta difícil no caer entonces en la tentación de lo místico de este mes, aunque solo sean viejos hábitos heredados de la abuela.

Si bien existe la excepción de toda regla, ya sea por cuestión de gustos y hasta de economía familiar, conozco a muy pocos que rechazarían un buen asado de cerdo —ya sea en púas, a la parrilla o en horno, en dependencia de la zona geográfica del país— por el pavo relleno que muchas culturas de Europa y América prefieren como cena tradicional. No en vano el dúo musical Buena Fe lo ha descrito como mamífero nacional, gracias a su presencia casi invariable en cuanta cumbancha ocurra y plato representativo, además, de nuestra gastronomía.

Hay quienes aseguran esta compra incluso semanas antes, temiendo los precios que se de­satan por una libra de pernil de puerco en los agros y carnicerías, tal si fuera la bolsa de Wall Street o el mercado internacional. Los que viven en el campo o en las zonas periféricas a la urbe tienen la posibilidad de criarlo a gusto, con cal­ma, de convertir en todo un suceso la muerte y posterior cocción del animal, hasta el deguste de los chicharrones.

Reunirse con los seres queridos, salir por el barrio y compartir brindis, abrazos y apretones de manos, es tan típico como el congrí, la yuca con mojo, los tostones de plátano, los buñuelos o el dulce de coco.

Tampoco puede faltar la música, alta, ensordecedora. No importa si es reggaetón, salsa o un bolero de Cheo Feliciano, todos los vecinos del barrio tienen que escuchar las canciones que proyecta nuestra reproductora, aunque sea necesario casi hablar a gritos para poder entenderse; rumba y karaoke, no siempre en el mismo orden de aparición, que se extienden hasta la madrugada o le hacen compañía a los gallos en el despertar del alba.

Así que puede ser que este 1ro. de enero usted se levante con un par de tragos subidos a la cabeza, una o dos libras de más por el atracón de anoche, y definitivamente con el bolsillo más ligero, pero no se estrese, todavía quedan 366 días por delante (el 2016 es bisiesto) para recuperarse, contar sueños y dejar atrás los sinsabores del año que se fue.

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