jueves, 5 de diciembre de 2013

Martí en Andalucía

En su pensamiento estuvo presente la puerta de entrada a España en su primera deportación.

Por: MARÍA LUISA LAVIANA CUETOS*

“José Martí en España, y viceversa”, es una anotación que desde hace años figura en mi particular cuaderno de apuntes como título de un estudio que me he propuesto realizar en algún momento. Ese propósito, o ilusión, ha presidido mis intervenciones en actos de homenaje a Martí en Sevilla con motivo de los aniversarios de su nacimiento o de su caída en combate, y en los cuales suelo aprovechar para subrayar algún aspecto “español” de la biografía y la obra del gran héroe cubano.


Otro paso en ese camino fue mi artículo “José Martí y Andalucía” (aparecido en Andalucía en la Historia, Sevilla, octubre de 2005), y más recientemente un trabajo sobre “José Martí y la prensa sevillana”, en preparación para presentarlo en un coloquio de historia. Por eso cuando se me pidió para BOHEMIA un artículo que abordase “la relación de Martí con España, y viceversa; pero no vista solo en el pasado, sino también a la luz de lo que el pensamiento de Martí puede significar si se abraza desde la España de hoy”, acepté de inmediato. Me sentí agradecida por una propuesta que me haría avanzar un poco más en una tarea largamente postergada.

Sin embargo, diversas circunstancias profesionales y, sobre todo, familiares, me han privado del tiempo necesario para escribir ese artículo, que espero poder ofrecer más adelante a los lectores de esta revista. Ahora, para hacerme presente de algún modo en este número especial dedicado al Apóstol cubano, retomo en parte mi artículo antes mencionado sobre José Martí y Andalucía.

Huellas, herencia

“Al español liberal y bueno, a mi padre valenciano, a mi fiador montañés, al gaditano que me velaba el sueño febril...” Estas palabras de Martí en su hermoso discurso Con todos, y para el bien de todos (1891), revelan la actitud que tenía hacia los españoles alguien que tanto luchó contra el gobierno de España.

Vivió en este país un total de seis años, distribuidos en tres etapas: Dos años cuando era niño (de junio de 1857 a junio de 1859), y residió en Valencia, donde nació una de sus hermanas. Casi cuatro años en su primera deportación (de febrero de 1871 a diciembre de 1874), cuando residió en Cádiz, Sevilla, Madrid y Zaragoza. Dos meses en su segunda deportación (de octubre a diciembre de 1879), breve estancia que pasó en las ciudades de Santander y Madrid.

Su presencia en Andalucía duró apenas 15 días, repartidos entre Cádiz y Sevilla, desde el 1º de febrero de 1871. Llegó a esta tierra luego de que se le conmutara la condena de presidio que se le había impuesto por un delito de “infidencia”. Escribió en octubre de 1868, cuando tenía 15 años, una carta dirigida a un compañero de colegio, a quien acusaba de traidor a la causa cubana.

Sustituida la condena por la de deportación a España -luego de un par de meses en la entonces Isla de Pinos-, llegó a Cádiz en el vaporGuipúzcoa, a bordo del cual había cumplido cuatro días antes los 18 años.

En varias ocasiones a lo largo de su vida, Martí rememoró en sus escritos su primer encuentro con Cádiz, que no debió resultarle desagradable, pese a las circunstancias de su llegada, un joven y solitario desterrado político. En 1893, por ejemplo, narró una anécdota personal que concluye así: “Zarpó el vapor que llevaba a España preso al chiquitín [se refiere a sí mismo], y al anclar en Cádiz, lo primero que dijeron los del bote de la Sanidad fue que Napoleón [III] se había rendido en Sedán, que el imperio había muerto, y que gobernaba la república”.

Esa era una buena noticia para el joven Martí, quien quizás también vería en las calles de Cádiz algún parecido con su Habana. Y aunque permaneció poco tiempo en la ciudad, pudo establecer contactos y conocer a gentes que le dejarían honda huella.
Entre ellas, sin duda, destaca Fermín Salvochea (1842-1907), el revolucionario anarcosocialista a quien años después Martí recordará “andando por su Cádiz, alto y en traje negro, con rostro por donde se derramaba, de debajo de los espejuelos de humo, la mirada compasiva, con el puño cerrado, buscando donde tundir a los republicanos traidores, o abierto, para dejar caer su última moneda”.

De Salvochea dirá también: “le daban asco esos ambiciosos de alquiler, rebeldes en el hambre y señorones en la autoridad, que se reparten, con nombre de república y constitución, la tiranía que derribó a sus voces de pujanza de sangre, la crédula muchedumbre. Y creyó el gaditano que bastaba con segar las ortigas, cuando lo que había que hacer era mudar las raíces. Vivió de héroe o de preso. Hoy mandaba en el municipio, y a culatazos lo defendía de los quintos que se cebaban en los abogados de la libertad; y mañana estaba en la cárcel, esperando la sentencia de muerte y enseñando a los cubanos negros a leer. Era rico y vivió para los pobres”.

También hay constancia de relación de Martí con otros políticos andaluces, como el gaditano Eduardo Benot y Rodríguez (1822-1907), quien llegó a presidir el partido republicano federal. En agradecimiento por su trato afectuoso, el desterrado cubano le dedicó en 1873 un ejemplar de su obra La República española ante la Revolución cubana.

En cambio, no parece que Martí llegara a conocer personalmente a otro gaditano ilustre, Emilio Castelar y Ripoll (1832-1899), quien presidió la República tras la renuncia de Salmerón. De Castelar elogió Martí sus cualidades oratorias (definió su discurso como “llama de colores, deslumbrados y ondulante”), aunque criticó “la república aristocrática y artificial” que con él vendría.

Gaditano era también Segismundo Moret y Prendergast (1838-1913), que sería presidente del gobierno y varias veces ministro. Martí lo calificó como “el orador ardiente de aquel gran movimiento antiborbónico del año 1868”, el “elegante y elocuente Moret” que en 1881 “es recibido con singular estimación en el Palacio Real, por los jóvenes reyes, que olvidan, al ver sumiso al revolucionario, las magníficas batallas que ha empeñado y ganado en pro de la revolución, contra el monarca. O bien que, como el rey cede a la revolución, parece bien que la revolución ceda a su vez al rey”.

De Granada era Cristino Martos Balbí (1830-1893), político y orador, varias veces ministro de Estado, con quien se entrevistó Martí en 1879, durante su segunda deportación a España. Años después relatará la entrevista en su artículo “Cristino Martos”, publicado enPatriael 14 de febrero de 1893.

Del gaditano Francisco Serrano y Domínguez, que había sido capitán general de Cuba entre 1859 y 1862, dijo Martí que “llevaba a las Cortes las quejas sinceras de los criollos que trató con guante”.

Más allá de su tiempo

Pero no sólo habló y escribió el revolucionario cubano sobre andaluces contemporáneos suyos. También se pueden encontrar referencias martianas a personajes del pasado, como por ejemplo Bartolomé de las Casas, el sevillano que “murió, sin cansarse, a los 92 años”, y “parece que está vivo, porque fue bueno”; o José Celestino Mutis, el científico gaditano que tan extraordinaria labor desarrolló en la Nueva Granada (“¡Qué espanto no causó en Nueva Granada, a fines del siglo 18, que Mutis defendiera que la tierra giraba alrededor del sol!”).

Y para ver otras huellas andaluzas en la obra de Martí, una buena vía puede ser el poema X de Versos sencillos (1891), que comienza así: El alma trémula y sola/Padece al anochecer:/ Hay baile; vamos a ver/La bailarina española.

Y más adelante: Ya llega la bailarina: /Soberbia y pálida llega:/¿Cómo dicen que es gallega? /Pues dicen mal: es divina.

Divina y andaluza, porque, aunque natural de Galicia, se presentaba como de Andalucía: andaluz es el sensual baile que describen las sucesivas estrofas del poema martiano (como andaluza es laBailarina española, que escribiría Rilke en 1906).
Otro aspecto notable de la huella del joven Martí en Andalucía concierne a sus publicaciones aquí. Su primer texto publicado en España fue el artículo “Castillo”, que el 24 de marzo de 1871 apareció en La Soberanía Nacional, de Cádiz, precedido por esta nota de presentación del periódico: “Sin comentario alguno, porque realmente no lo necesita, pero con la profunda convicción de que el servicio más patriótico que hacemos a España es el de que se entere de la verdad de lo que pasa en Cuba, y con el objeto de llamar la atención del Gobierno y especialmente del Sr. Ministro de Ultramar, insertamos a continuación el relato que se nos ha entregado, y de cuya autenticidad no abrigamos la menor duda”.

El artículo (reproducido el 12 de abril de 1871 en La Cuestión Cubana, revista editada en Sevilla), nutre El presidio político en Cuba, que Martí había empezado a redactar probablemente en el barco, durante el viaje a España, y que publicó en Madrid el mismo año 1871. Constituye un extraordinario alegato contra la opresión colonial y los horrores de la cárcel.

Asimismo en La Cuestión Cubana, de orientación favorable a la independencia de Cuba, y dirigida por Paulino Gutiérrezy Fernández, publicó Martí el 12 de abril de 1873 “La República Española ante la Revolución Cubana”, que también editó ese año en Madrid como folleto. En ese texto abogó por la independencia de Cuba, ideal que le parecía consecuencia lógica del establecimiento de la república en España. Y todavía publicará en esa revista sevillana dos artículos más: “LaSolución” y “LasReformas” (26 de abril y 26 de mayo de 1873, respectivamente).

Además, hay referencias a que entre los años 1871 y 1873 se publicaron algunas cartas y otros textos de Martí en La Andalucía, periódico sevillano de la época dirigido por Francisco María Tubino. Pero hasta ahora no se han podido determinar con exactitud tales aportaciones, según hace muchos años me comunicó el inolvidable Ramón de Armas, en cuyo recuerdo estoy haciendo la búsqueda en las hemerotecas de Sevilla y otros lugares.

Perdura

Como señalaba al principio, ya sea en enero o en mayo, o en ambos meses, el Consulado de Cuba en Andalucía organiza actos de homenaje a Martí, en los que además de una o varias intervenciones y hasta, a veces, conferencias, invariablemente se incluye una ofrenda floral ante el busto de Martí que existe en la Plaza de Cuba, de Sevilla: rosas blancas, por supuesto, para el autor de los versos :Cultivo una rosa blanca, /En julio como en enero,/Para el amigo sincero/Que me da su mano franca./Y para el cruel que me arranca/El corazón con que vivo,/Cardo ni oruga cultivo:/Cultivo la rosa blanca.

Siempre que puedo participo en esas actividades, y me siento muy honrada de hacerlo. Experimento a la vez la alegría de comprobar que más de cien años después de su muerte, Martí sigue vivo y congregando a muchas personas que se reúnen para honrarle en tantos lugares del mundo, y que son expresiones de la presencia viva suya -y de Cuba- en Andalucía, y viceversa.


*Historiadora y profesora española, condecorada en Cuba con la Distinción Por la Cultura Nacional. De su obra forma parte, entre otros aportes sobre el tema, la biografía José Martí, la libertad de Cuba.

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