lunes, 12 de octubre de 2015

Acaben con el bloqueo a Cuba

Hace ahora diez meses que transcendió a la opinión pública internacional la existencia de un dialogo entre EEUU y Cuba que había comenzado algún tiempo atrás y que ofrecía ya algunos resultados importantes, entre los que cabían destacar la decisión de abrir las respectivas Embajadas, la liberación de los tres antiterroristas cubanos del grupo de cinco que después de 16 años aún continuaban en las cárceles estadounidenses, así como del contratista de la USAID Alan Gross encarcelado en Cuba; y el anuncio de la continuación de una hoja de ruta para alcanzar la normalización completa de las relaciones entre ambos países.

Sin duda una noticia de alcance histórico que fue acogida con júbilo por la inmensa mayoría
de la comunidad internacional, si bien una exigua y radicalizada minoría, aunque no neguemos que muy poderosa, continua instalada en su tradicional posición, obsesionada en torpedear cualquier avance que pueda producirse en el proceso de dialogo. Por otro lado, todos los datos indican que las conversaciones cuentan con el inmenso apoyo del pueblo cubano y la cada vez más creciente simpatía del pueblo estadounidense.

Otros avances posteriores como la decisión de EEUU de excluir a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, en la que injustamente se encontraba contraviniendo cualquier indicio de racionalidad, son sin duda pasos que caminan en la dirección correcta y ponen de manifiesto la determinación con la que ambos países están trabajando para la solución del diferendo existente durante los últimos 55 años, con el apoyo decidido y visible del Papa y de la diplomacia internacional, así como con el acompañamiento de otros actores sociales y políticos.

Desde entonces los encuentros públicos y reservados entre los gobiernos se han multiplicado, y no han faltado declaraciones —entre ellas las realizadas hace escasos días por el Secretario Estado norteamericano John Kerry— que nos hacen albergar esperanzas en un futuro satisfactorio. Atisbamos no obstante un camino largo, no exento de obstáculos y dificultades; pero el empeño merece el apoyo de todos cuantos apostamos por un mundo mejor, en el que el diálogo sustituya a la confrontación, la fuerza e incluso la guerra. Un camino pues que merece la pena recorrer.

Entre los interrogantes más significativos se encuentran los que pueden derivarse de las elecciones presidenciales del próximo año en EEUU, por lo que mientras más se avance hasta entonces y más se pongan de manifiesto las ventajas de los acuerdos que se vayan produciendo, más difícil se hará desandar el camino, e incluso podrán, en cierta manera, influir para que el electorado acabe arrinconando a los sectores más recalcitrantes que se oponen a la definitiva normalización de las relaciones con Cuba.

Sería igualmente deseable que la conclusión pública expuesta por Obama sobre el fracaso del embargo comercial, económico y financiero a Cuba —el más largo de la historia— conduzca a su inmediato levantamiento. Una cruel antigualla que hace sufrir injusta e inútilmente al pueblo cubano, como reiteradamente ha puesto de manifiesto la Asamblea General de Naciones Unidas; la última de ellas hace sólo unos días, durante el debate de alto nivel celebrado por el organismo y en el que participaron un importante número de jefes de estado y de gobierno.

Baste recordar que ininterrumpidamente desde 1992 —durante 23 años consecutivos— la Asamblea General de la ONU ha aprobado por mayoría la Resolución presentada por Cuba contra el embargo estadounidense. La última en octubre del pasado año con 188 votos a favor de los 193 países que forman parte del organismo. Con estos resultados, tan reiterados y contundentes, resulta evidente quién continua con el píe cambiado. Este año, en tan solo unos días, volverá a repetirse la misma votación, que de nuevo supondrá un clamor de la comunidad internacional contra el popularmente conocido como bloqueo.

Ciertamente corresponde al Congreso de EEUU el levantamiento formal del bloqueo, sin embargo nada impide que mientras tanto Obama haga uso de sus múltiples prerrogativas para dejar sin efecto muchas de las medidas que están causando daños innecesarios al pueblo cubano. Decisiones valientes que, sin duda, acelerarían la decisión final que formalmente deberá adoptar el Congreso.

De los intercambios científicos, culturales, deportivos, comerciales, etc., se beneficiarán ambas naciones, como lo harán si se facilitan las posibilidades de viajar con normalidad a ciudadanos y ciudadanas de un país a otro. Igualmente habrá indudables beneficios mutuos si se normalizan los asuntos migratorios, en los que son fundamentales avances que acaben con las estrafalarias y a veces mezquinas regulaciones como la Ley de Ajuste Cubano, impuesta en 1996 por el gobierno de EEUU.

A partir de ahí todo, absolutamente todo se puede y se debe hablar, tal como los presidentes de ambos países han manifestado, de igual a igual y desde el respeto a la soberanía y la independencia de cada uno de ellos.

Quienes en este escenario permanezcan impasibles como si la Guerra Fría aún continuara y no asuman el nuevo tiempo que se abre quedarán afortunadamente superados por la historia. También la Unión Europea, que deberá dar por finalizada la Posición Común hacía Cuba, impulsada por Aznar en 1996 y aún vigente, so pena que también quede en este asunto como un carcamal.

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